miércoles, 2 de diciembre de 2009

Desarrollo con sabor a cacao...

DESARROLLO CON SABOR A CACAO
San Diego, la Gardenia, Villa Nueva, La Bonita , Villa Esther, estos llamativos nombres pertenecen a algunas de las parcelas ubicadas en la vereda la Quebradona, en donde sus dueños decidieron un día, sembrar un futuro económico mejor para los pobladores de esta región, a punta de caucho y cacao. Y es que muchos de estos campesinos tienen puestas todas sus fuerzas e ilusiones en el programa ADAM, un proyecto de desarrollo sostenibles liderado por los Estados Unidos y la Presidencia de la República que hace presencia en esta región y en muchas más, a lo largo y ancho del territorio nacional. Así que decidimos ir y mirar si las relaciones interpersonales entre los productores y los funcionarios del programa, son dulces como el cacao, y flexibles como el caucho…
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Para llegar a La Quebradona, es necesario desplazarse hasta el corregimiento de Jardín. Ya estando en allí hay un desvío a mano derecha, en el sentido Caucasia-Medellín. Nuestro guía en esta travesía es Juan Ricardo, un hombre simpático y dicharachero, que tiene unos picaros ojos de Casanova, que los reafirma cada vez que los guiñe, todo esto sumado a su agradable conversación, hacen de él una agradable persona. Este fornido hombre es técnico de ADAM para esta región hace dos años. Nuestra visita a la vereda debemos de coordinarla con él con antelación, pues está condicionada a dos circunstancias; una: las parcelas que componen la Quebradona distan una de la otra considerablemente, entonces se hace difícil reunir todos los productores de un momento a otro, y la otra es que no hay un sitio que se pueda decir este es el centro de la vereda o del caserío o algo por el estilo, lo que obviamente obliga a una previa organización de todas las visitas.
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¡Adios, chaooo…,hola…! Nos gritan unos chicos al pasar en un wats , estos chicos logran sacarnos del letargo en el que nos encontramos afuera de la casa de Juan, donde tomamos un rico café caliente mientras esperamos que escampe, para partir a la Quebradona.
-¿Quiénes son esos, y porque van disfrazados?- pregunto algo sorprendida,
-son los estudiantes del colegio donde enseña mi mamá, es que hoy están de celebración, y acaban de dar un recorrido por todo el pueblo- contesta rápidamente Juan.
Los estudiantes van disfrazados como para un carnaval, sus trajes coloridos y su alharaca al pasar, nos hace olvidar por un momento la razón por la que estamos en este lugar a esta hora. Seguidamente pasa otros dos chicos haciendo un gran ruido, también están disfrazados y su motocicleta por poco resbala al pasar un resalto de la calle, a lo que todos instintivamente cerramos los ojos para no ver la caída, pero finalmente pasan victoriosos, profiriendo palabrotas entre risas. Después de ello comienzo a desesperarme, ya son las 10:20 de la mañana y no hemos podido salir.
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En el camino…
La vereda la Quebradona luce gris este día de octubre, debido a unas gigantescas nubes que amenazan con soltarse en cualquier momento. Al comenzar el recorrido por su única de vía acceso, además de pedregosa y colorada, luce esta ve remojada y muy silenciosa, quizás, debido a la llovizna que acaba de caer. En el camino lo único que se escucha es el motor acelerado de las motocicletas en las que nos dirigimos a la vereda, y el tronar de las llantas y las piedras al chocar. Guido el conductor de la Yamaha líbero en la que voy y quién además es mi guía, me cuenta durante el inicio del recorrido algunas anécdotas o dificultades que ha tenido que afrontar dentro del programa, por diferencias con sus compañeros, de las cuales escuchó muy poco, pues estoy concentrada en la carretera, el paisaje y todo cuanto se mueva a mi alrededor también llama mi atención, pero como diría él “diferencias son diferencias”. Y termina por acaparar mi atención con sus historias. A medida que avanza el recorrido se van sumando nuevos sonidos, el silbido del viento que hace chasquear las hojas en los árboles, y el canto de los pájaros en los arboles. Guido es un hombre de precavido en su espalda lleva un morral con todas las herramientas necesarias para una eventual varada de la moto, lo que me da un poco de tranquilidad. La parcela de Guido, a la que orgullosamente llama La gardenia, dista del casco urbano de Jardín una hora y quince minutos aproximadamente, allí vive con sus padres y su familia (esposa y tres hijas, ya adolecentes). Tiene pan coger y animales domésticos, además posee tres hectáreas de cacao y cinco de caucho con las que espera vivir según él, tranquilo con su familia el resto de la vida.
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La Quebradona, hace parte de las sesenta y ocho veredas y cinco corregimientos que componen el municipio de Cáceres Antioquia. Esta vereda debe su nombre quizás a su terreno serpenteado y quebrado y a una gran cantidad de colinas y colinitas que la circundan y que le dan ese aire tan particular a todas las de su género en el Bajo Cauca Antioqueño. En si la Quebradona es la suma de trece parcelas bañadas por pequeñas quebradas y el rio Man, sus habitantes se ganan la vida a través de la ganadería a pequeña escala y la agricultura, con cultivos de arroz, yuca, plátano y en general todo lo que sea pan coger. La parcela de Guido pertenece a la Quebradona, por lo tanto él hace parte de los treinta y ocho campesinos que están en programas de cultivos alternativos sostenibles.

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Ya son treinta cinco minutos de recorrido que nos separa de nuestro lugar de partida, lo que hace que se resienta un poco el trasero de mi compañera. Entonces decidimos parar a descansar donde don José Tamayo productor de la zona, quien desde su motocicleta bóxer roja nos dio un gran saludo desde que nos alcanzó a divisar a lo lejos. Cuando logramos acercarnos para saludarlo antes que nada nos dice.
- Llevo media hora esperándolos para firmar- Juan en tono cortés le ofrece su mano y le responde
–que mas amigo, ¿cómo estás?-
Y sin esperar una respuesta al saludo, justifica su retraso por la lluvia. José nos saluda a todos muy calurosamente como si nos conociera de hace tiempo, siento mi mano diminuta al estrechar las suya, son unas manos toscas debido a las labores del campo que realiza desde niño. José es un hombre fuerte, cordial y muy jovial, su parcela esta a quince minutos de un desvió que hay a mano derecha exactamente en este punto de la carretera. Lleva en su motocicleta una bicicleta nueva de la barby de color morado, algo que llama poderosamente mi atención, y me pone a reflexionar en su familia. Al parecer no soy la única que siente curiosidad, Juan le pregunta:
-¿Aja y esa bicicleta pa´ quién es?-
-es para mi hija que está cumpliendo años y se la llevó de sorpresa- responde alegremente José.
Le pregunto si va asistir a la reunión que tenemos programada en la casa de Calasans Teherán, otro de los productores del programa, a lo que se lamenta de no poder asistir porqué tienen unos asuntos que resolver en su parcela. “En otra oportunidad será” manifiesta. Después de despedirnos y seguir con nuestro recorrido. Continúo pensando en su situación económica no deja de sorprenderme el regalo que le lleva a su hija, por lo general este tipo de obsequios los hacen en navidad, pero no en un cumpleaños… De pronto escucho un gritó de Juan, “¡Vámonos que esa gente está desesperada! Lo que me saca de mis cavilaciones.
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A lado y lado de la carretera se aprecian hermosas extensiones de tierra, que en su mayoría están dedicadas a la ganadería, donde además se aprecian majestuosas casas de descanso, que contrastan las de parcelas más humildes donde abundan pan coger y cría de especies menores. La primera parcela que visitamos es San Diego, propiedad de don Elkin Ricardo y su esposa Emilda Payares. Ambos viven en la vereda hace 20 años aproximadamente, están en el programa ADAM desde hace varios años y manifiestan estar muy contentos y complacidos, cosa que demostraron cuando muy entusiasmados nos mostraron y explicaron algunas técnicas utilizadas por ellos para sus cultivos.
Su casa es humilde y esta atiborrada en sus corredores de enseres para el campo, sillas para caballo, tarros con fertilizantes, palas, azadones y en fin toda una artillería para labrar la tierra. Sus paredes están pintadas de colores chillones y el techo es de teja de barro. La casa está rodeada por cultivos de caucho, cacao y pan coger, igualmente algunos animales domésticos se pasean por toda la casa, los cuales comercializan en Jardín o son utilizados para consumirlos en la casa. Al lado derecho de la cocina tienen un corral, del que se desprende un fuerte olor a comida y excrementos revueltos.
Doña Emilda a pesar de lo seria e introvertida fue muy atenta con nosotros. Nos ofreció café con leche y lo típico de la región, patacón con queso costeño y como plato fuerte, unas porciones de delicioso carnero guisado. Esto lo compartimos en un pequeño comedor que tiene improvisado en la parte delantera de la casa. Después de esta suculenta comida seguimos nuestro rumbo.
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Al salir de nuevo a la carretera principal nos encontramos con un fuerte sol, esta vez el técnico con mi compañera, decidieron adelantarse, lo que permitió más libertad para esquivar los huecos de la carretera. Después de llevar quince minutos de camino, logramos alcanzarlos, estaban descansando bajo la sombra de un gran árbol, hermoso y muy frondoso, conversaban con una chica adolecente oriunda de la vereda, montada en un caballo gris, su piel canela y cabellera negra le daban un toque especial a su rostro. Cuando nos acercamos estaban riéndose y Juan le preguntaba por su padre, la mujer le señalaba a Juan, que el papá estaba en el cultivo no muy lejos de aquí, que él los estaba esperando hacía rato, y que pronto vendría.
Mientras esperábamos al productor, Juan empezó a hacer bromas sobre apariciones y cosas raras que pasaban en este lugar, todos nos reíamos de sus ocurrencias. Hasta que de pronto escuchamos unos pasos entre la hojas secas que se acercaban al lugar donde nos encontrábamos, todos volteamos la mirada, confieso que estaba asustada, la chica no decía nada, miraba la escena como esperando nuestra reacción, de pronto entre los arboles apareció un hombre con botas de caucho, sombrero y un azadón en la mano, y fuimos sacados de nuestro espanto, cuando este hombre emitió un gran saludo y muy efusivamente se presentó como “Tibaldo Castañeda, para servirles”., un hombre sencillo y de apariencia fuerte.
–¡Que susto nos diste!- replicó Juan, lo saludó y agregó “este hombre es uno de los productores más juiciosos del programa”, al parecer Tibaldo siempre mantenía sus cultivos limpios y al día. “Tibaldo cuida sus cultivos tanto como a su mujer”, dice entre risas Juan. Este comentario logró entusiasmar a Tibaldo y nos contó que tenía ciertos problemas con las plagas y daba gracias a Dios por el fertilizante y la pala draga que le acababan de entregar, pues según él “le caían como pedrada en ojo tuerto”. Juan le cogió la firma por los insumos entregados, nos despedimos y seguimos nuestro camino.
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A estas alturas del recorrido ya todos teníamos nuestras caderas resentidas, el terreno se tornaba más resquebrajado y curvilíneo, uno que otro paisano venia o regresaba de la vereda, saludaba de lejos y seguía su camino. Nuestro próximo destino era la parcela Villa Esther donde viven las famosas hermanas, Zoila, Berlides, Sol María y Carmen Gómez, todas tienen sus tres hectáreas de caucho y de cacao en la misma parcela, herencia de su padre. Cuando por fin llegamos nos estaban esperando Sol María y Carmen, en una portería improvisada en madera y alambres de púa hecha por ellas mismas. Nos saludaron y nos invitaron a seguir a su casa, a esa hora 12:20 pm, estaba haciendo un calor insoportable así que aceptamos complacidos la invitación. Estas mujeres son muy particulares, Sol María sembró sola sus tres mil maticas de cacao, tarea que le valió tres meses de su tiempo y más de una ampolla en sus ya trabajadas manos. Carmen ratifica lo dicho por Sol, pero agrega que esto se debe a que no les han desembolsado su crédito, que ya está aprobado pero que nada que las llaman para firmar y abrir la cuenta. Ambas son de carácter fuerte, francas al hablar y con una honestidad a prueba de fuego. Son en apariencia frágil, pero firmes en sus convicciones e ideales, casi hasta la terquedad, característica que aflora cada vez que hablan.
“Bueno… pa´ decir un poco bien, nosotros decimos que mal porque a veces tiene uno que decir palabras, porque a veces, no le cumplen, que mañana le cumplen entonces a veces hay palabras de discusión, uno tiene que reclamar, uno se siente que prometen cosas y que no se le van a dar, como ahora mismo esperando el crédito, que el crédito no ha aparecido, eh , entonces no salen con nada…”
Estas acaloradas palabras ponen tenso a Juan, quien trata de apaciguarlas con argumentos flojos que las hacen encolerizar aún más. Guido viendo que el ambiente se está calentando trata de calmarlas, pues para el también hubo su poco, -muchachas cálmense que ya pronto las van a llamar a firmar- Guido nos mira a nosotras un poco apenado, cruza una mirada con Juan y deciden que debemos irnos, con la excusa de falta de tiempo, pues aún falta mucho por recorrer.
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En la casa Calasans
Finalmente llegamos a la casa de Calasans a las 1:30 pm, los productores estaban entretenidos en sus conversaciones, cuando nos vieron exclamaron casi al unísono
– eh, casi que no llegan, los estamos esperando desde la 9:00 am, ya nos íbamos-
-Buenas, que pena la demora pero en Jardín llovió hasta las 10:30, por eso la tardanza- explicó Juan.
Juan con su acelere acostumbrado saco de su morral las dos listas, una de los insumos y otra para el pago de un subsidio en dinero. La casa es agradable y fresca, tiene techo de vende aguja, y de las vigas cuelgan unas hermosos espigas de arroz, que le dan un toque muy particular a la casa. El lugar de la casa donde nos encontramos hace las veces de sala, cocina, donde hay un fogón improvisado en arcilla, con ollas y calderos por doquier, y también como resguardo de los animales domésticos del dueño. Así que la conversación se ve interrumpida por los animales y por el correteo alrededor de la casa de los tres niños que tienen Calasans, pero a pesar de ello la conversación es dinámica, unos y otros hablan de sus experiencias con el programa.
-muy bien, estamos felices- expresa Calasans,
-yo soy nueva y me han acogido muy bien- exclama Nohemí, la productora mas nueva del programa. Don Gabriel, un hombre anciano y con una mirada profunda y tierna, es gestor de los cambios más significativos que ha tenido la vereda en los últimos veinte años. Don Gabriel es uno de los productores más influyentes y respetados en la vereda, por ser uno de los más antiguos en el programa, goza de muy buena reputación y respeto dentro de la vereda.
La reunión gira en torno a la comunicación de ellos como productores con los funcionarios del programa ADAM, la gran mayoría se sienten muy contentos y satisfechos, ven en estos cultivos un buen futuro económico para ellos y sus familias.
Al despedirnos Al medio día en un intenso bochorno, el viejo Gabriel un rato después de que su ya deteriorada humanidad, se acentuara por el recorrido desde su casa, en la parcela la Bonita hasta el mismo lugar de encuentro donde siempre se reúne con sus demás compañeros. Se paró, se enderezó su viejo sombrero y llamó a mi compañera, con la que acababa de hablar a un lado del kiosco donde se encontraban reunidos.
-¿dígame señorita, esto que acabamos de hablar, va a salir publicado en alguna parte? – ella se sorprendió un poco con la pregunta pero después de unos segundos le respondió
–No se preocupe don Gabriel, que esta conversación solo es para nosotros dos, fíjese que apague la grabadora justo cuando comenzamos a hablar de ese asunto-
Don Gabriel asintió tranquilamente con su cabeza y fue a sentarse de nuevo al lugar que ocupaba desde que comenzó la reunión.

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